domingo, 25 de diciembre de 2011

Palabras, ¿de mentiras?

Estas fechas son las de los buenos deseos, propósitos y enmiendas. Las de los manifiestos, manifestaciones y las de las intenciones.
El caso es que este año, puñetera que estoy, me ha dado por leer manifiestos, discursos, deseos e intenciones varias y me he dado cuenta (creo que no soy la única) de que tenemos lo que nos merecemos porque ¡mira que tenemos baja la cota de exigencia!
Discursos vacuos de contenidos pero lleno de palabras que llenan espacios carentes de ideas y llenos de intenciones y, sobre todo, engolamientos que, si no fueran por lo preocupante de la situación, serían de risa.
Oír al Rey que la “justicia debe ser igual para todos”, refiriéndose, supongo, a su yerno es de risa. Juan Carlos, la justicia no es igual para todos. Hace tiempo que los españoles nos dimos cuenta de ello. No pagan lo mismo los banqueros que los pobres. No pagan lo mismo los violadores que los rateros y no pagan nada los curas pederastas para todo lo que pagan otros que sólo pretendían sobrevivir. Y es que, en este país, todos no somos iguales. Si sólo tienes que mirar a tu alrededor ¿ves a los 40 millones de españoles en veleros como el tuyo? ¿Observas las costas españolas jalonadas de mansiones al estilo Marivent?¿Te crees que el fondo de armario tipo de las españolas es como el de Leticia? ¿Crees que el dinero que te permiten vivir de manera privilegiada sale de un árbol del que manan billetes de 500 euros?
Cuanto más arrecian las dificultades, cuanto más se hacen visibles las diferencias entre los que lo tienen todo (y pagan menos por ello)y los que nada tienen (y a los que se les sangra sin piedad), hay discursos que se hacen obscenos. Se hablan de millones de euros, de cientos de millones de pesetas, con una ligereza que produce vómito. Se hablan de trajes regalados de montantes tales que alimentarían a familias enteras durante años o, simplemente, evitarían desahucios. Salen décimos premiados de loterías de hasta debajo de las aguas residuales y desparecen por el mismo retrete moral del que aparecieron sin que el hedor de las acciones hagan ni girar la cabeza.
Leía el mensaje que Rajoy ha mandado (o que alguien le ha escrito) mandándole un afectuoso saludo a los que perdieron la vida por la patria. Qué manera más poco afortunada de decir cosas sólo por la necesidad de quedar bien. Los que ya no están no reciben telegramas pero las familias que dejaron, agradecerían ayudas y no palabras.
Y los manifiestos, los que dejaron mucho PSOE por hacer, los que sí estuvieron allí y los que se esfumaron cuando el PSOE ya se fue de allí. Acabo de leer una declaración en la que se pide no prostituir ideas debatiendo sobre personas. Lo cierto es que los únicos que podemos prostituir algo somos las personas. Y algunos prostituyen  ideas, creencias y hasta el aire que respiramos si con ello se arrogan la cota de verdad de la que se creen dueños
Y es que, como decía antes, tenemos tan baja la cota de exigencia para con los discursos que una simple frase con sujeto, predicado y un par de complementos de nombre,  vacía de semántica es capaz de deslumbrarnos.
Y si los hechos son amores, pocos hechos para tanta palabra. Pocas intenciones prácticas para tanta nube de ideas que descargan granizos como puños como castigo. Demasiados profesionales de la política contra los demás y no con los demás. Demasiados pseudo poetas alabando oídos con falsas promesas.
El día que este país crezca y se entere que los Reyes Magos son los padres, nos acercaremos mucho a la Europa que admiramos y a la que queremos parecernos.
Mientras tanto, palabras, palabras, palabras…

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