domingo, 18 de diciembre de 2011

PEREZA CONGRESUAL

Vale, lo reconozco. Los procesos congresuales me dan mucha pereza. Primero, porque aunque me gusta la pelea política, suele gustarme practicarla con el adversario. Lo de arrear al de casa me parece absurdo.
Y las Primarias, Congresos, Comités, suelen ser como las telenovelas: interminable serie de capítulos en los que destriparse para quedarse con la protagonista guapa.
Se habla de militancia como un ser abstracto, como esa masa que hemos de conseguir que se mueva al albor de una posición u otra. La militancia, esa palabra que llena la boca de los futuribles y que, en demasiados casos, consiguen atragantarse con ella tanto como para llegar al empacho. Y pasa como cuando uno se empacha con mejillones, tras el atracón, los quiere lejos una buena temporada, se pasa más o menos al de 4 años.
¡Y la semántica! Términos como renovación, que pierden su bella esencia para ampararse en las cuevas de la recolocación, la regeneración nunca empieza por uno mismo, sino por el vecino de enfrente convirtiéndose en una involución. La innovación estuvo en tantos escaparates y sobremesas que se convierte en peligrosas permanencias a la sombra de la desgracia.
El todo vale elevado al infinito donde la amistad se pervierte a base de puñaladas dialécticas que las hemerotecas se empeñan en sonrojar. Y mientras tanto, tiros a los mensajeros.
Las redes sociales, el mundo de la comunicación virtual ofrece tantas fórmulas como cabezas pensantes, tanto corazón como, a veces, mala leche. Pero, al final, casi todo está inventado se escriba donde se escriba.
Probablemente las ondas debieran sustituir a las hondas y el compromiso al insulto. No sería desdeñable unificar criterios semánticos para pacto, lealtad, unión, trabajo, solidaridad, justicia y compañerismo.
Estamos en la sociedad a la carta, lo queremos todo como el fondo de armario, que nos combine bien y sin mucho esfuerzo. Que los medios nos sean favorables, que la gente nos entienda aunque no nos expliquemos y que la culpa del estilismo hortera sea del vecino de enfrente.
Por algún misterio que no alcanzo a comprender –me hago mayor- hay quien confía en la idiotización del compañero o peor, en su falta de memoria, para mentar términos que quien acusa, primero acuñó y así una cadena que rodea hasta el infinito congresual.
Sé que voy a leer de todo y que descubriré capacidades de asombro que pensé no existirían en mi interior pero me niego a dejar de ilusionarme con procesos limpios enfocados a los demás, a mejorar, a enmendar errores y a provocar la colaboración.
Me niego a pensar que la mezquindad supere con creces a la inteligencia y que los reveses no se puedan curar con enveses.
Supongo que en algún momento las nubes en las que nos empeñamos en subir, darán paso al sol que ha de dar cobijo y calor a los que sustentan y a los que nos advierten que ni somos el ombligo del mundo ni los que hacemos que la tierra gire.
Escuchar, hacer y explicar. Pero si no escuchamos nada que no sea a nosotros mismos, ¿qué es lo que nos queda por hacer? Pues nada que explicar.

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