viernes, 10 de febrero de 2012

Cuando el PP entra por la puerta, los derechos saltan por la ventana.

Hace unos meses escribía este texto para Nueva Tribuna. Hoy, pasados los meses se recrudece el sentir y se confirman las sospechas. Lo que ayer temíamos, hoy padecemos y así, España se va a la mierda, hablando como a Cela le gustaba: con claridad castellana.


No sé en qué momento algunos y algunas abandonaron la política para dedicarse al cultivo de estercoleros morales adornados a base de trajes pseudoregalados y encorbatados .
Golosas gominolas envenenadas para quienes, como la madrastra del cuento de Blancanieves, aspira a no perder el protagonismo en una relación marcada por odios e inquinas, alejadas de la responsabilidad y la política, ahondada en el beneficio de los propios y el desdén de los ajenos.
Intentar tapar el hedor producido por las risotadas tendenciosas y sarcásticas de quien se sabe malote de patio a base de insultar a los muertos y, por ende a sus vivos, es algo que sólo puede salir de las mentes más obtusas y menos responsables de este país. Tapar los aeropuertos para paseantes de gaviotas o inyectarse vida y salud en maquetas de contrachapado de madera a falta de hospitales, trajes cortados y pegados a base de ausencia de escrúpulos y mucha gomina neuronal que apelmaza conceptos básicos como el bien y el mal.
Juegos peligrosos e infames a costa del dolor de quienes perdieron a los suyos a base de aberraciones terroristas. Manipulaciones obscenas de la realidad para abastecer negocios propios a base de mentiras y actos de fé.
Gurús que, a base de repetírselo ante un espejo, creyeron sus propias patrañas, o lo que es peor, creyeron que sus mentiras se convertirían, cual agua del mar en desalinizadora, en potables verdades para consumo de tontos.
Mentes inanes que se acuestan necias pero que, por cualquier milagro imaginario, se despiertan opíparamente de ansias vivas y de crecimiento artificial a base de intereses políticos para quienes nunca pudieron llegar, o mantenerse,  a base de mentiras atroces.
Es decir, Camps mentando al abuelo de Zapatero, haciendo ver que ni el recuerdo de los abuelos queda impune de la rapiña de los carroñeros.
Aguirre en un baile frenético entre la desfachatez y el ansia que le hacen decir cosas a desdecir y copagar lo que ya repagó. Da igual porque todo le vale. Y la culpa de todo que no fue del chachachá
Y qué decir de los que bailaron con lobos terroristas al abrigo de nuevas siglas que mencionaban, previo descargo de conciencia, la misma barbarie. Ni el Tribunal Constitucional sacia su sed de justicia digital, la que aplican ellos según les conviene y al albor de aquellos que encontraron su negocio en el papel couché alimentando ínfulas a necios avariciosos y ansiosos.
No es malo equivocarse, lo peligrosos es no rectificar los errores y lo suicida es sentirse orgulloso de ellos. Es probable que la Historia les contemple en los manuales como el ejemplo de los Tontos que se creyeron Listos y que pretendieron hacer comulgar con ruedas de molinos a quienes ya peinaban canas en el sostenimiento de la Democracia.
Lecciones de baile de salón con chanclas a quienes los tacones del terrorismo ya se les clavaron hasta el alma y menosprecios de los muertos de sangre roja al albor de mezquinos tintes de estupidez azul circulando por la desvergüenza de quien ni conoció la ética.
Juegos peligrosos con granadas de mano que habrán de estallar en los corazones de quienes un día cometieron la estupidez de insultar a la inteligencia de los demócratas. Y de esa enfermedad, nadie sale indemne.

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