viernes, 4 de mayo de 2012

Querido diario…sanar, pagar o morir

Querido diario, hoy te hablo de la que, creo, es la peor indefensión para una persona que está enferma: saber si tendrá dinero o no para curarse.

Esta semana nos llegaba la gota que colma el vaso. Observo, con impotencia, cómo quienes deberían ser los encargados de velar por la salud, el bienestar de los ciudadanos condenan, sobre todo en el mundo rural, al ostracismo sanitario.

No habrá sustituciones de los médicos que cojan vacaciones o días de permisos y en lugares de orografías imposibles se torna imposible lo de ‘cubrir dos sillas con un mismo culo’.

En caso de enfermedad los días de ausencia los pacientes tendrán que desplazarse, al menos, 15 kilómetros al centro más cercano. ¿Cómo lo harán los que no disponen de un coche en la familia que es la mayoría de los habitantes? ¿Podrán costeárselo? 

¿Tan poco importa el mundo rural al que en la comodidad de la gran ciudad decide leyes que discriminan un 100% más a los ciudadanos de los ámbitos rurales que los de los grandes núcleos?

En municipios como el mío los recortes de sanidad dejan a los ciudadanos y ciudadanas a merced de la suerte y de la cruda decisión. En lugares donde las pensiones derivadas del régimen agrario son más bien escasas, sus habitantes no podrán hacerse cargos de sus enfermedades. ¿Qué pensión podrá soportar los más de 900 euros de una prótesis de caderas y sus correspondientes viajes en ambulancia al hospital? Y el que pueda afrontar la operación, ¿podrá afrontar la rehabilitación bajando en ambulancia todos los días al hospital para hacer rehabilitación a razón de 100 euros al día?

¿Qué hacemos con una persona que se rompa una cadera y no pueda costearse la operación? ¿Qué hacemos con el que no pueda costearse los viajes en ambulancia para recibir quimioterapia, por ejemplo? ¿Les dejamos morir?

Taxi, ambulancia, todos medios costosos para economías de supervivencia y cuerpos supervivientes de duros trabajos y penurias derivadas de las más duras labores en las peores condiciones. Huesos rotos de humedad y cargas y articulaciones quejicosas de años de píndeas laderas en busca del sustento para el ganado que asegurara la economía familiar.

Viejucos que apenas se pueden poder derechos porque en aquellas espaldas los cuévanos llevaban la pesada vida a cuestas desde que apenas tenían edad de poder ser un poco más altos que los mismos cuévanos. 

Cabañas frías y húmedas antaño que sostienen, ahora, cuerpos cansados y necesitados del Estado de Bienestar por el que ellos pelearon desde que la razón hacía hueco en sus vidas.

¿Qué podemos hacer por ellos? Luchar, luchar por sus derechos, luchar por su dignidad y conseguir aquello que hasta la llegada del PP se les suponía: sanidad gratuita y universal.

Y sobre todo, dignidad para no mendigar salud.


Publicado en Aquí Confidencial

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