No soporto las generalizaciones. Son superiores a mi
paciencia. Ni todos los afiliados del PP son como Rajoy –afortunadamente- ni
todos los empresarios son robots de frío engranaje llamados a acumular dinero a
costa del trabajo de sus empleados, por ejemplo.
En España la gran mayoría de empresarios son dueños de
pequeñas y medianas empresas, autónomos que viven sin vivir en sí. Personas que
no tienen más ayuda que la de su trabajo, angustia, preocupaciones y poco
tiempo para poder pensar en otra cosa que no sea cómo llegar al día de mañana.
He conocido empresarios que lloraban en una mezcla de rabia
y desesperación porque tenían que despedir a trabajadores con los que llevaban toda una vida. He
conocido a personas cuya única angustia era garantizar el sustento a sus
empleados aunque para ello el suyo propio estuviera el peligro.
Hace unos pocos días, en una finca cercana, admiraba cómo
trabajaban unos empleados de la empresa de trabajos forestales de un amigo del
que conozco sus ímprobos esfuerzos por mantenerse a flote, por seguir, por
garantizar el trabajo y el sustento de su gente. ¡Qué forma de trabajar! Eficacia, sí, pero en
un grupo con una compenetración mucho más que necesaria cuando hasta la propia
vida de uno depende de ello.
Y buen rollo, camaradería y cariño a pesar de haber vivido
algo que nunca a uno le gustaría ver: cómo un compañero pierde la vida en un accidente laboral sin que
puedas hacer nada por evitarlo. Y un jefe empeñado en hacerles sonreír y hacer
más liviana la situación aunque no tuviera ni puñeteras ganas de nada más que
de estar rumiando su propia angustia y dolor.
Si algo admiro de Joaquín es el cariño con el que habla de
sus empleados, del respeto a sus necesidades, a sus ideas y, sobre todo, a la
capacidad de hacer un grupo humano en el que la empatía y el compañerismo es la
mejor de las banderas en un tiempo en el que el lema parece ser “sálvese quien
pueda”. Comí con ellos el día de la foto. Pese a la tristeza de los duros
momentos, descubrí un grupo de personas por el que merece la pena seguir
luchando.
Descubrí a un empresario por el que merece la pena hacer de este país un lugar
de oportunidades para la buena gente, para las buenas prácticas personales y
empresariales.
Y así, cientos y cientos de autónomos y de pequeños y
medianos empresarios que hacen lo que pueden por mantener vivo en este país. No
cotizan en el IBEX, no tienen grandes campañas de publicidad, pero tienen valentía,
tienen principios y, sobre todo, tienen corazón.
El futuro ha de ser de gente como Joaquín y sus chicos.
Trabajaremos por ello.
Esta es una de esas fotos que gusta hacerse: una foto con buena gente.
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