domingo, 4 de enero de 2015

Esos empresarios buenos.

No soporto las generalizaciones. Son superiores a mi paciencia. Ni todos los afiliados del PP son como Rajoy –afortunadamente- ni todos los empresarios son robots de frío engranaje llamados a acumular dinero a costa del trabajo de sus empleados, por ejemplo.

En España la gran mayoría de empresarios son dueños de pequeñas y medianas empresas, autónomos que viven sin vivir en sí. Personas que no tienen más ayuda que la de su trabajo, angustia, preocupaciones y poco tiempo para poder pensar en otra cosa que no sea cómo llegar al día de mañana.

He conocido empresarios que lloraban en una mezcla de rabia y desesperación porque tenían que despedir a trabajadores  con los que llevaban toda una vida. He conocido a personas cuya única angustia era garantizar el sustento a sus empleados aunque para ello el suyo propio estuviera el peligro.

Hace unos pocos días, en una finca cercana, admiraba cómo trabajaban unos empleados de la empresa de trabajos forestales de un amigo del que conozco sus ímprobos esfuerzos por mantenerse a flote, por seguir, por garantizar el trabajo y el sustento de su gente.  ¡Qué forma de trabajar! Eficacia, sí, pero en un grupo con una compenetración mucho más que necesaria cuando hasta la propia vida de uno depende de ello.
Y buen rollo, camaradería y cariño a pesar de haber vivido algo que nunca a uno le gustaría ver: cómo un compañero  pierde la vida en un accidente laboral sin que puedas hacer nada por evitarlo. Y un jefe empeñado en hacerles sonreír y hacer más liviana la situación aunque no tuviera ni puñeteras ganas de nada más que de estar rumiando su propia angustia y dolor.

Si algo admiro de Joaquín es el cariño con el que habla de sus empleados, del respeto a sus necesidades, a sus ideas y, sobre todo, a la capacidad de hacer un grupo humano en el que la empatía y el compañerismo es la mejor de las banderas en un tiempo en el que el lema parece ser “sálvese quien pueda”. Comí con ellos el día de la foto. Pese a la tristeza de los duros momentos, descubrí un grupo de personas por el que merece la pena seguir luchando.

Descubrí a un empresario por el que merece la pena hacer de este país un lugar de oportunidades para la buena gente, para las buenas prácticas personales y empresariales.

Y así, cientos y cientos de autónomos y de pequeños y medianos empresarios que hacen lo que pueden por mantener vivo en este país. No cotizan en el IBEX, no tienen grandes campañas de publicidad, pero tienen valentía, tienen principios y, sobre todo, tienen corazón.


El futuro ha de ser de gente como Joaquín y sus chicos. Trabajaremos por ello.

Esta es una de esas fotos que gusta hacerse: una foto con buena gente.


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