Me alegro mucho de haber asistido hoy al Comité Regional de Cantabria al que asistía en calidad de invitada. Y me alegro porque hay cosas que es mejor vivir en directo y no esperar a la versión descafeinada de terceros.
Salgo de ese Comité contenta. Sí, ya sé que algunas o algunos me tacharán de loca, pero yo salgo feliz de saber que hay cosas que mejorar y que, en muchas de ellas, estamos de acuerdo. Siempre que haya cosas que mejorar, hay esperanza de éxito.
En una federación tan polarizada, con tantos dimes y diretes y, por qué no, tantos odios, lo de hoy ha estado razonablemente bien.
Lo ha dicho un compañero y yo lo suscribo: hagamos lo que hagamos, más a la izquierda. Tenemos muchas asignaturas pendientes pero tenemos también algo que, por mucho que le pese a algunas personas de este partido (y sé positivamente que les pesa) tenemos ganas, tenemos disposición y orgullo socialista para salir de ésta en unas condiciones de fortaleza desconocida hasta ahora.
No estoy de acuerdo con algunas opiniones que indican que la renovación no será grande porque las caras son conocidas. La renovación será tan grande como lo sea el proyecto global que se presente. A un partido como el nuestro los líderes en solitario le sientan, definitivamente, mal. Necesitamos equipos sólidos, necesitamos gente que tenga la fuerza necesaria en estos tiempos que se tornan duros y en sillones de la oposición. Y esas personas existen. Hoy ha quedado demostrado. Hemos reconocido errores que nos llevaron al fracaso. Hoy, seguro, se empieza a construir nuestro futuro éxito.
Más allá de cenizos, de agoreros y de futuribles frustrados, el banquillo necesario para este partido, está. Es una realidad.
Y eso pese a las voces de quienes se arrogan para sí la verdad absoluta y las recetas que deben funcionar en casa del vecino pero no en la propia. Y es que lo de Rosa Inés es paradójico. Tiene la receta de la victoria y no le funciona, ni para atrás, en Santander, que es, por definición, su territorio. Debe ser que vende los consejos y las recetas tan caras, que no se guarda ninguna para ella misma. Ya lo decía mi abuela: lo poco gusta, lo mucho cansa. Y tanta sabiduría, tantas veces…tantas lecciones, tantas veces…tanta arrogancia, tantas veces…tantas mentiras, tantas veces…, tantas maniobras, tantas veces…
En breve nos sometemos a los procesos congresuales pertinentes. Los prolegómenos suelen ser duros y desesperantes. Nos solemos destripar y ponemos en evidencia debilidades y miserias. No es malo eso, es peor que tras el fin de esos procesos, no sepamos plegar velas, fuerzas y apoyos a los que, de forma democrática, resulten ganadores.
En Cantabria ya conocemos, con Máster y Cum Laude, lo que supone cuestionar victorias, porcentajes y apoyos. Si, al final, entendemos que la mitad más uno, en este nuestra perfecta o imperfecta democracia, es mayoría, gran parte del camino estará hecho.
Se debería haber acabado el “Síndrome del ombligo”. Ese que nos lleva a una búsqueda infinita y atemporal de las verdades personales por encima de las colectivas pero que siempre recurre a la colectividad para extrapolar culpas que incomodan a nivel personal.
Pero como el tiempo es el mejor de los jueces, andaremos y veremos.
Espero que no se moleste mi compañero Cholo si repito aquí la estrofa de una canción que me puso el otro día y que creo que viene muy al caso:
“…siempre queda el camino que te late por dentro
Si te caes te levantas, si te arrimas te espero
Llegaremos a tiempo, llegaremos a tiempo…”
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