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viernes, 20 de enero de 2012

Hace algún tiempo escribí esta nota en uno de esos días en los que se te cae el alma a los pies viendo y pisando la realidad de muchas personas que están más cerca de lo que suponemos.
Hoy, ese puente ya no está roto y ellos están atendidos. Es el socialismo rural, el que sale pocas veces en la televisión porque no conoce mítines, ni salas llenas ni corbatas. Conoce las témporas, el ganado, el transcurrir de la vida y los intentos de avanzar.


Hoy he vuelto a aquella casa. He pasado por el puente y he vuelto a ver aquella casa en aquella “llana” en una pendiente imposible, sin camino, ni carretera. Sólo prado.
El puente desde la carretera, desvencijado, el hierro que hace de suelo, roto, la barandilla, medio suelta. 10 minutos de cuesta imposible y de resbalones asegurados.
He llegado y él estaba sentado viendo pasar las horas. Ella en la cama, con una pierna rota. Se cayó por la pendiente cuando iba a por el pan. El hijo con las vacas en el mercado. Lo de él, demencia senil. Ella, resignación. Y los dos, abandono.
La casa, como es de esperar, sin silla de ruedas y ni sitio para que ruede la silla.
Y cuando he llegado y lo he visto y mientras le recogía un poco, le ayudaba a él y me preguntaba cómo podría estar allí pidiéndoles el voto. Se me caían las lágrimas aunque sé que no se veían ocultas, como estaban, en la oscuridad de la imposible limpieza y de un día cargado de niebla en la montaña.
Ella sólo pedía una pista, una carretera. Él poder hablar con alguien.
He cogido aire, he respirado hondo y me he prometido a mí misma que esa gente tendrá la pista seamos los ganadores o los perdedores. Esa gente tendrá un acceso digno sí o sí porque no sólo hay que hablar de Cantabria y llenarse la boca, hay que tener coraje para ver a este matrimonio y no caer.
Hay que tener cuajo para hablar de lo que uno quiere a las vacas y el poco aprecio que tiene a las personas.
Hoy, me siento un poco más orgullosa de hacer lo que hago. Sé que soy peleona, muy exigente, muy persistente y, a veces, malencarada con quienes intentan hacerme comulgar con ruedas de molino.
Pero sé que estoy en el lugar adecuado, en el sitio en que se me necesita y defendiendo las siglas del partido que se identifica conmigo. No seré yo la que territorialice el amor a mi partido porque, entonces, se me acabará de partir el corazón. Creo que tengo que acabar esto que empecé, creo que mi gente se merece que sigamos este camino juntos, de la mano y como les enseñé: con lealtad, humildad y trabajo.
Donde esté yo, las personas están por encima de los reclamos y de los intereses espurios de pertenencia.
He aprendido que por encima de cargos, nombres y medallas, están las personas. Manuel, Tito, Lorenzo, Toña, Delfi, Lolo, Chuchi y, cómo no, mi Rafa del alma. Esos que han demostrado que el socialismo son ellos, son ellos los que me han dado una lección de vida y de política que nunca les podré agradecer bastante.
El apoyo de mis compañeros, los de aquí pero sobre todo los de allí, aquellos sin los que no hubiera podido salir adelante cuando los anónimos, las amenazas y los insultos me podían aunque me hiciera la fuerte y no se me notaran. Esos que saben comprender mis arrebatos pero que saben que siempre estaré con ellos, para lo que necesiten.
Hoy ha sido uno de esos días que sirven para reafirmarse y saber que estoy donde debo estar. Le pese a quien le pese
La prueba fehaciente de que se puede renovar y traer aire fresco es querer trabajar por un proyecto sin renegar de él. Es querer más socialismo, mejor socialismo pero sin renegar del pasado que nos permita corregir errores y el futuro que se base en cimientos sólidos.
Son mujeres y hombres, jóvenes y mayores, niños y niñas que conforman una piña.


Mi mayor orgullo es poder aprender de los que saben, de los que lo vivieron para poder transmitírmelo. De las enseñanzas del "viejuco rojo" de 97 años que piensa que hago bien en apoyar a Rubalcaba. Que la correa de transmisión no se parta, depende de nosotros.

viernes, 13 de enero de 2012

Desde mi montaña. Mi apoyo a Rubalcaba

El mundo rural es un mundo de valientes hoy en día. Un mundo en el que las condiciones de vida son duras y en el que los esfuerzos, el trabajo y la vida tienen valores añadidos y concepciones distintas a las que se tienen en la urbe.
La concepción del mundo ha de cambiar como ha cambiado el del resto de la sociedad. Ya no es un mundo inmóvil y conformista. Los matriarcados y patriarcados se diluyen igual que la creencia que los que allí se encuentran se enteran  poco de lo que pasa en determinados ámbitos.
Por mi cargo, visito a diario valles y lugares imposibles. Y en estos años he visto la evolución. He visto cómo las políticas socialistas ayudaban a romper muchas fronteras injustas: accesos, sanidad, Ley de Dependencia, Educación, Igualdad, la brecha digital…Pueblos enteros cuya supervivencia estaba directamente relacionada con políticas progresistas que acercaran una mejor forma de vida en paisajes tan bellos como difíciles.
Los agricultores, ganaderos, productores rurales son ciudadanos acostumbrados a reinventarse. Y lo son porque tuvieron que hacerlo a tenor de las inclemencias de la vida. Murieron animales, se arruinaron cosechas, la granizada hundió la producción y la economía destruyó sueños de precios mejores. Pero no hubo día lluvioso que no acabara escampando.
¿Y por qué no aprender de ellos? Perdimos las elecciones y nos toca reinventarnos.
Yo no quiero otro Partido Socialista. Quiero a este partido por lo que fue, por lo que es y por lo que quiero que sea. Quiero un proyecto de todos y todas, quiero a mis mayores, a los jóvenes, quiero a los que aspiran a un mundo mejor, los quiero a todos.
Pero, no nos engañemos. El camino será duro. Las ventanas abiertas nos dejarán pasar aire y sol con el que calentarnos pero la travesía precisará de un buen equipamiento personal.
En este proceso congresual me he inclinado por Alfredo Pérez Rubalcaba. Apuesta personal basada en la confianza que siempre me inspiraron los que se arriesgaron por los demás, los que antepusieron el proyecto colectivo al propio. Un señor muy mayor (98 años), marcado por las arrugas del tiempo y con las marcas de tiempos pasados difíciles, socialista, me decía antes de las Elecciones Generales que le hubiera gustado decirle a Alfredo Pérez Rubalcaba que admiraba su valentía al presentarse a unos comicios que estaban complicadísimos. Me dijo que si los socialistas de su época no hubieran hecho lo mismo que Alfredo, ninguno de nosotros viviría como ahora ni aspiraría, como aspiramos, a conseguir un mundo mejor.
Para mí, el camino se demuestra andando. Considero un proyecto sólido el de Alfredo Pérez Rubalcaba, un proyecto lleno de propuestas, lleno de cambios que permitan abrir ventanas, la llegada de aire fresco pero también unas buenas botas con las que afrontar un camino agreste que nos conducirá a volver al socialismo que pedía mi viejuco.
Soy joven, soy mujer, tengo ilusiones, proyectos y sé que este camino que se inicia ahora se culminará con el mejor de los premios: la confianza de la gente. Alfredo, cuenta conmigo.